Todos los componentes de un exilio pueden encontrarse en el descenso del alma desde los mundos espirituales a nuestro mundo físico. El alma es exiliada de su ámbito natural y obligada a descender al mundo físico para lograr grados aún mayores de perfección espiritual.
Pero seamos más aclarativos y digamos que, de acuerdo con el Maharal de Praga, los componentes de todo exilio pueden resumirse en tres:
1. el exilio físico
2. la dispersión
3. el sometimiento
1. El exilio físico
Para entender el exilio terrenal debemos comprender que todo entre creado, de mayor o menor grado e importancia, posee su propio sitio natural. Su lugar que le es propio y que únicamente en él le resulta posible su máximo crecimiento y expansión. No es casual que la palabra hebrea para sitio o lugar, makom, comparta raíz con la palabra lekaiem, otorgar existencia. Ya que vida verdadera y plena solamente puede alcanzarse en el sitio específico de cada ente. En el caso del alma, por ejemplo, su sitio natural es el mundo de lo Alto, y en el caso de un pueblo su sitio natural es su propia tierra.
2. La dispersión
El segundo componente, la dispersión, debe ser comprendido en base a la noción de que un ente es uno y único, y que cuando se lo dispersa, divide y disgrega pierde su integridad y sus posibilidades de cumplir con su misión individual.
En el caso del alma, la cual viene en su totalidad con la plena conciencia de su misión particular, ahora, envuelta y entreverada en el mundo físico, se dispersa en mil tareas y labores inútiles.
Y en el caso de un pueblo es cuando los miembros del mismo, que deberían mantenerse unidos y con un mismo propósito e identidad, son dispersado y esparcidos, sin que se les permita el derecho elemental de actuar en conjunto.