El verbo reconocer es lo que se conoce (o reconoce) como un palíndromo, una palabra que puede leerse de izquierda a
derecha o de derecha a izquierda, de ahí sin duda su magia.
Encontramos el acto de reconocer por primera vez en la Torah en unas palabras que han hecho las delicias de los cabalistas:
וירא אלהים את-האור, כי-טוב
“Dios vio que la luz era buena (Tov)”.
Cuando calculamos la guematria de esta frase, vemos que es 963:
וירא = 217
אלהים = 86
את-האור = 613
כי-טוב = 47
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963
La etimología nos ofrece una definición muy simplista de reconocer: volver a conocer. Sin embargo “reconocer” es mucho más. Reconocer es aceptar algo, admitirlo. Reconocer es hacer un reconocimiento, o sea un examen detenido. Reconocer es distinguir algo o alguien de entre sus parecidos.
Reconocer es algo bueno como podemos deducir de la guematria de Zihah (זהה), en hebreo “reconocer”. Cuando calculamos la etimología de esta palabra, descubrimos que es 17, como la de Tov (טוב), “bueno”.
ט = 9
ו = 6
ב = 2
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17
ז = 7
ה = 5
ה = 5
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17
Por esta razón, reconocer tiene algo de luminoso, pues como la luz es algo Tov (טוב), “bueno”.
Pero, ¿cuál es el verdadero sentido de “reconocer”, su sentido profundo? Es, como dice una expresión hebrea, cuando “cae la ficha”. Es descubrir algo que siempre hemos sabido, que siempre hemos conocido, pero que habíamos olvidado. Es recordar quiénes somos. Es avivar el fuego del recuerdo. Es curarnos del olvido. Pero sobre todo es perder de vista la fragmentación en la que vivimos y descubrir que todo es uno, que todo ha sido siempre uno.
Quizá por ello la guematria Shemi de Ejad (אחד), “uno”, también sea 963.
א = 111
ח = 418
ד = 434
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963
JULI PERADEJORDI