¡ALBRICIAS !

Escribíamos en un post hace unos meses (https://elzoharesplendor.wordpress.com/2024/01/12/por-que-no-nos-enteramos/) que “no nos enteramos porque no estamos enteros, porque estamos fragmentados, porque no hemos hecho la unidad en nosotros”. El corolario de aquel estudio era que debíamos recuperar la unidad perdida para enterarnos, eso es, volver a ser enteros. Nos enfocaremos ahora en el verbo hebreo que significa “enterarse”.

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Un concepto importantísimo dentro de la tradición, que el cristianismo parece haber entendido mal, es el de Basar (בשר), “carne”. Basar (בשר)es inseparable de Besorah (בשרה), que sería la carne Basar (בשר), bendecida por la letra He (ה). Besorah (בשרה) significa “albricias” y se refiere a una buena noticia. Los diccionarios nos dicen que esta palabra procede del árabe Al-Bisara, pero no es difícil distinguir en ella a la Beth, la Resh y la Shin de Basar (בשר).

Nos encontramos con Basar (בשר) en el libro de Job (XIX-26).

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ומבשרי, אחזה אלוה

“Y desde mi carne veré a Dios”.

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Curiosamente, Ejetzeh (אחזה) que se suele traducir como “veré” también tendría el sentido de “atrapar”, como se atrapa un pájaro.

Enel post del mes de enero vimos que Hudah (הודע) significa “enterarse”, y que procede de Daat (דעת), “conocimiento”. También vimos que en esta raíz aparecen las dos letras que sobresalen en el Shemá, la Dalet (ד) y la Ayin (ע), y que de alguna manera decir Shemá Israel es como decir “entérate Israel”.

Nos atreveríamos a lanzar la hipótesis de que “enterarse” sería como unir la Dalet (ד) y la Ayin (ע) haciendo así “entero” a Israel.

La guematria millui o completa de Dalet (ד) es 434 y la de Ayin (ע) es 130. Sumándolas obtenemos 564. Se trata de la guematria de BeBasarhejem (בבשרכם), “en tu carne”.

¿Cuál es Besorah (בשרה), la buena noticia que nos hace exclamar ¡albricias!? La enseñanza que vimos de Job (XIX-26):  Dios no es algo etéreo, desencarnado, sino algo que se puede ver, incluso atrapar, pero no en una pantallita, en las redes o fuera de nosotros. Ha de ser BeBasarhejem (בבשרכם), “en tu carne”.

Sabemos que cuando se habla de “carne” los sabios suelen referirse a los misterios de la circuncisión, que se celebra a los ocho días del nacimiento del niño.

“Ocho días” es, en hebreo, Shmoneh Iamim (שמונה ימים) y la guematria de esta expresión es 501. Si añadimos 1, por el kolel, a esta cifra, llegamos a 502, o sea exactamente la guematria de Basar (בשר), “carne”. ¡Albricias!

JULI PERADEJORDI

LA PUERTA DEL REY

Vimos en el año 2015 a propósito de la parashah de esta semana, Ajarei Mot, “después de la muerte” (https://wordpress.com/post/elzoharesplendor.wordpress.com/1912), la relación entre ésta y la matriz, Beit haRejem, (בית הרחם). Intentaremos ahora ahondar en otra relación que lejos de excluir a la anterior la complementa.

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La parashah Ajarei Mot (אחרי מות) comienza con las siguientes palabras (Levítico XVI-1):

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וידבר יהוה, אל-משה

«El Eterno habló a Moisés».

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La guematria de Ajarei Mot (אחרי מות) es la siguiente:

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א = 1

ח = 8

ר = 200

י = 10

מ = 40

ו = 6

ת = 400

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665

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Los sabios nos enseñan que se trata también de la guematria de Shaar ha Melej (שער המלך), “la puerta del rey”.

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שער =  570

המלך =  95

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665

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¿Qué nos quieren enseñar con esto? Así como entramos en esta vida por una puerta, Beit haRejem, (בית הרחם), la matriz, tenemos la posibilidad de salir por otra, Shaar ha Melej (שער המלך), “la puerta del rey”. Ésta es “la puerta estrecha”, Petaj haTsar (פתח הצר), expresión cuya guematria es 783.

Antes de poder pasar por Beit haRejem, (בית הרחם), la matriz, estuvimos cuarenta semanas en el vientre materno. Antes de salir por la puerta estrecha, quizás haya que pasar cuarenta días y cuarenta noches en un lugar que podríamos llamar “montaña”, a medio camino entre la Tierra y el cielo. La guematria de Arbaim Iom vArbaim Lailah (ארבעים יום וארבעים לילה), “cuarenta días y cuarenta noches”, es también 783.

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ארבעים = 323

יום = 56

וארבעים = 329

לילה = 75

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783

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JULI PERADEJORDI

DE LIBROS, ROSAS Y DRAGONES

Aunque la fiesta de Sant Jordi, conocida como Día del Libro, es relativamente reciente, contiene ciertos vestigios tradicionales bastante interesantes. En el imaginario popular de prácticamente todos los pueblos perdura aún la imagen de la pérfida serpiente que provocó la caída de Adán y Eva en forma de reptil, serpiente o dragón.

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Louis Cattiaux escribió que:

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“La desobediencia y la absorción de un fruto mezclado fue lo que nos precipitó en la muerte: La obediencia y la absorción de un fruto puro será lo que nos restablecerá en la vida”.

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Sabemos por el Zohar que Adán tenía un libro. Cuando junto con Eva fueron expulsados del paraíso, el libro se volatilizó como nos explica el Zohar (I-37b).

Este libro, “dulce como la miel” lo volvemos a encontrar en el libro de Ezequiel (III-1) cuando Dios le dice:

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בן-אדם, את אשר-תמצא אכול: אכול את-המגלה הזאת, ולך דבר אל-בית ישראל

“Hijo del hombre, come lo que has encontrado, cómete este rollo y ve a hablar con la casa de Israel”.

La palabra para “libro” es aquí “rollo”, Meguilah (מגלה) pues en aquella época los libros se escribían en rollos de pergamino. La guematria de Meguilah (מגלה) es 78 y coincide con la de Lehem (לחם), “pan”, “alimento”.

Comer el fruto puro no parece ser distinto de comer el libro…

Todo esto nos recuerda a un maravilloso pasaje del Asno de Oro de Apuleyo en el cual nuestro protagonista, Lucius, que quiere decir “luz”, convertido en asno (un poco como el hombre a raíz de la caída) necesita comer una rosa para recuperar su estado humano original. La escena no carece de humor porque cada vez que está a punto de hacerlo, se acuerda de que está desnudo y siente vergüenza (también como el hombre a raíz de la caída). Sin embargo, hace un esfuerzo, supera su vergüenza y come la rosa. Acto seguido es cubierto con un manto luminoso, que recuerda al cuerpo de luz que Adán perdió cuando comió del fruto prohibido y se percató de que estaba desnudo.

Ezequiel se come un libro, Lucius una rosa. Todo parece indicar que se trata de dos símbolos de la misma cosa, el “fruto puro”, “que nos restablecerá en la vida”.

El libro y la rosa se reencuentran cada año el 23 de abril en la fiesta de Sant Jordi, en plena primavera. Libro y rosa, en hebreo Sefer Vered (ספר וורד) son sin duda el secreto de los secretos, Sodi Sodot (סודי סודות), ya que la guematria de ambas expresiones es la misma, 556

¡Ojalá tengamos que olfato que nos permitirá reconocer el perfume del Libro! ¡Ojalá perdamos la vergüenza y saboreemos la dulzura de la rosa!

JULI PERADEJORDI

EL DESORDEN Y LAS PREOCUPACIONES

A raíz de la divulgación de las enseñanzas del Feng Shui en Occidente, mucha gente parece haberse vuelto consciente de la importancia del orden y la armonía en la vida de cada día. Sin embargo, esto es algo que la cábala siempre ha sabido.

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Explica un conocido cuento jasídico que:

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“En cierta ocasión se dirigió el Baal Shem Tov a sus discípulos y les pidió que salieran a las afueras de la ciudad, pues allí encontrarían a uno de los sabios y justos de la generación.
Fueron al lugar que el Baal Shem Tov les había dicho y vieron a un judío sentado en el campo, cantando y recitando las letras del alfabeto. Al finalizar decía: Señor del universo, Tú creaste el alfabeto y Tú combinas todas sus letras. Yo no sé cómo alabarte ni cómo rezarte. Padre celestial: combina Tú las letras de la mejor manera posible, pues sin duda Tú sabrás hacerlo mejor que yo.

Cuando regresaron y le contaron al Baal Shem Tov lo que habían visto, éste les dijo: hay veces que lo que puede lograr un judío con su simplicidad, ni el mayor de los sabios es capaz de lograrlo mediante sus rezos”.

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Tomemos las 5 primeras letras del alfabeto hebreo en su orden natural: tenemos a Alef, Beth, Guimel, Dalet, He (אבגדה). Hasta aquí, todo bien.

Pero si las desordenamos, por ejemplo, como Beth, Dalet, Alef, Guimel, He, (בדאגה), obtenemos Bideagah, que significa “con preocupación”, de la raíz Daag (דאג), “preocuparse”, “inquietarse”.

Curiosamente, Daag (דאג), como Guet (גט), “divorcio”, son dos palabras que no aparecen en la Torah: no tienen cabida en su santidad. El valor numérico de Daag (דאג), 8, nos lleva a la letra Jet (ח), guematria 8. ¿Qué aprendemos de aquí? Que hay algo de lo que deberíamos preocuparnos todos los días de nuestras vidas, algo que está relacionado con el número 8.

La cábala relaciona la letra Jet (ח) con Jet (חטא), “pecado”, y el número ocho, Shmoneh (שמנה), con el alma, Neshamah (נשמה), que se escribe con las mismas letras y tiene la misma guematria, 395. Si sumamos las letras que componen la palabra Jet (חטא), 1 + 9 + 8, obtenemos 17, o sea la guematria Katan o reducida de Neshamah (נשמה), 5 + 3 + 4 + 5.

Jet (חטא), el “pecado”, procede de una antigua raíz que significa “errar el blanco”, como cuando lanzamos una flecha en la dirección equivocada. Es probablemente la misma idea que encontramos en Génesis (XXXVIII-9).

El desorden de las letras o el desorden de la vida implican algo tan dañino para el alma como es la falta de significado.

Jet (חטא), el “pecado” no es un cuento de viejas, sino algo que debe ser objeto de auténtica preocupación, ya que afecta directamente a la Neshamah (נשמה), al alma. Pero quizás más que preocuparnos por nuestra alma, deberíamos ocuparnos y poner orden en ella. Seguro que nos lo agradece. Y si no nos sentimos capaces, pidamos a Dios que lo haga por nosotros.

JULI PERADEJORDI

AQUEL QUE MIENTE NO PESA

Se dice que a las mentiras (y también a las palabras, a la mayoría de palabras) “se las lleva el viento”. Veíamos en el post de la semana pasada (https://elzoharesplendor.wordpress.com/2024/04/05/el-peso-de-la-fe/) la importancia de tener una fe “con peso”. El aforismo que inspira estas reflexiones nos enseña algo tan importante como es cuidar nuestra lengua y proferir únicamente palabras “con peso”.

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En el sistema cabalístico del Árbol de la Vida, la sefirah de Tiferet se halla en el centro del pecho y se relaciona con el Kavod, la gloria, ya que los cabalistas explican que “Kavod es la luz de Tiferet”. Por otra parte, Tiferet se asocia con Jacob, quien, como vimos la semana pasada, encarna a la verdad.

La Torah es bien clara al respecto en el libro de Miqueas (VII-20) en el que leemos:

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תתן אמת ליעקב חסד לאברהם

“Darás verdad a Jacob, misericordia a Abraham”.

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En un texto inédito leíamos unas reflexiones que nos gustaría compartir:

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“Hay que aprender a distinguir las palabras vacías de las palabras con peso, pues estas últimas son palabras de gloria, que alimentan al hombre interior. El resto es humo. Es la diferencia entre la paja y el trigo; el trigo alimenta al hombre mientras que la paja es para los animales”.

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¿Cuáles son las “palabras vacías”? Aquellas que no tienen un contenido verídico y de peso: las mentiras. No pesan y se las lleva el viento, lo cual es grave. Son palabras que no alimentan al alma, que la animalizan, la desintegran, lo cual es aún más grave.

JULI PERADEJORDI

EL PESO DE LA FE

Todos hemos escuchado la famosa afirmación que sostiene que “la fe mueve montañas”, una expresión que significa que con la fe se pueden lograr cosas milagrosas. Cuando enfocamos toda nuestra energía en algo, podemos lograr incluso lo que parecía imposible. Pero estamos convencidos de que esta expresión tiene significados más profundos.

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Al margen del sentido o sentidos que puede tener esta expresión, quisiéramos ofrecer un comentario que nos hacía una buena amiga, lectora fiel de este blog, porque nos parece inspiradísimo:

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Para que la fe mueva una montaña,

 ha de tener más peso que la montaña.

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¿Qué quiere decir una fe “con peso”? Algo muy sencillo: una fe que ha sido alimentada hasta convertirse en cuerpo glorioso.

Los sabios comparan a la fe con una semilla. Si ésta es cuidada y regada (con al agua de la Torah, por ejemplo) crece y acaba convirtiéndose en un gran árbol que puede pesar toneladas.

“Glorioso” en hebreo es Nader (נאדר), de la raíz Ider (אדר), “glorificar”. La guematria de Nader (נאדר) es 255:

נ = 2

א = 80

ד = 3

ר = 70

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255

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La guematria de Harim (הרים), “montañas” es 255. En hebreo “la fe” es haEmunah (האמונה).

Los sabios nos enseñan que la denominada guematria albam (en la que Alef vale como Lamed, Beth como Mem, etc.) de haEmunah (האמונה) también es 255:

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ה = 70

א = 30

מ = 2

ו = 80

נ = 3

ה = 70

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255

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Pero a pesar de todas estas coincidencias seguimos preguntándonos de dónde viene la expresión “la fe mueve montañas”.

El Talmud, en el tratado de Shabbat (88a), explica que Dios puso el monte Sinaí invertido sobre la cabeza de los hebreos y les dijo que si aceptaban la Torah, maravilloso, pero que si no la aceptaban, el monte sería su tumba. Los hebreos hicieron un acto de fe y aceptaron la Torah, con lo cual el monte Sinaí volvió a su posición original.

Consultado un gran amigo rabino, éste nos aportó otra opinión aún más interesante. En los Avoth de Rabbí Nathan (cap. VI), hablando de Rabbí Akiva, se dice que picaba piedra de un monte con el objetivo de hacerlo desaparecer. La gente al principio pensaba que nunca lo conseguiría, pero al ver su perseverancia y su empeño se dieron cuenta de que acabaría lográndolo.

Podemos comparar a la montaña a un obstáculo que nos impide la vista y también el avanzar hacia adelante. Gracias a la fe y a la Torah podemos deshacernos de él. Por alguna razón la guematria Shemi o completa de Harim (הרים), “montañas” es 616, la misma que la de haTorah (התורה):

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ה = 5

ת = 400

ו = 6

ר = 200

ה = 5

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616

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JULI PERADEJORDI

MALDITO NÚMERO TRECE

El número trece no tiene buena prensa. Se lo presenta siempre como un número portador de mal agüero, que trae mala suerte. Existe un montón de hipótesis de dónde podría proceder esta superstición, que no vamos a comentar. Simplemente quisiéramos proponer una nueva, que no hemos visto en ningún sitio, pero que nos parece reveladora.

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La asociación del número trece con la muerte se debe sin duda a que la letra Mem (מ), la inicial de Mavet (מות), “muerte”, es la decimotercera letra del alfabeto hebreo. Pero muy probablemente su fama de “número maldito” no le viene de aquí, sino de que es la mitad de 26, el valor numérico del Tetragrama (יהוה), del Nombre de Dios.

Sin embargo, a pesar de no haberlo podido encontrar en ningún tratado de numerología ni de cábala, nos atreveríamos a afirmar que la maldición del número 13 procede de lo que encontramos en el versículo 13 del libro III de Esther. Se nos ocurrió durante la lectura de la Megilat Esther en el pasado Purim. Curiosamente, la guematria Katan o reducida de Esther (אסתר) es también 13.

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א = 1

ס = 6

ת = 4

ר = 2

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13

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El malvado (y maldito) Amán decide exterminar al pueblo de Israel y echa a suertes (Pur) la fecha para hacerlo (Esther III-12): sería en el décimotercer día del mes de Adar, como podemos leer en Esther (III-13):

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ונשלוח ספרים ביד הרצים, אל-כל-מדינות המלך-להשמיד להרג ולאבד את-כל-היהודים מנער ועד-זקן טף ונשים ביום אחד, בשלושה עשר לחדש שנים-עשר הוא-חדש אדר; ושללם, לבוז

“Y fueron enviadas cartas por mano de los correos a todas las provincias del rey, para destruir, y matar, y echar a perder a todos los judíos, desde el niño hasta el viejo, niños y mujeres en un día, en el trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y para apoderarse de su despojo”.

1211, la guematria de Shloshah Asar (שלושה עשר), “trece” es la misma que la de Tejatef veTeiratzaj (תחטף ותירצח), “secuestrado y asesinado”.

שלושה = 626

עשר = 570


1211

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תחטף = 497

ותירצח = 714


1211

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En el texto se habla de destruir a todos los judíos (את-כל-היהודים). La guematria de esta expresión es 896, o sea la misma que la de Purim (פורים). Por otra parte, ya vimos la relación entre el número 13 y Mavet (מות), “muerte”. La guematria de Bishloshah Asar (בשלושה עשר) “en el décimotercer día”, es 1284, como la de Ajarit haIamim (אחרית הימים), “los últimos días”.

JULI PERADEJORDI

LE DARÁS VERDAD A JACOB

A menudo nos encontramos con gente que busca la verdad y también a menudo nos preguntamos qué es la verdad y cómo se llega a ella. ¿Hay algún requisito que normalmente desconozcamos? ¿Nos puede enseñar algo la guematria?

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Cuando Isaac (Génesis XXVII-4) llamó a su hijo y le ordenó:

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ועשה-לי מטעמים כאשר אהבתי, והביאה לי-ואכלה:  בעבור תברכך נפשי, בטרם אמות

“Hazme un guiso como sabes que a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma, y después te bendiga antes de morir”.

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el texto hebreo no dice “te bendiga”, como se suele traducir, sino “que mi alma te bendiga”, Tebarkejá Nafshi (תברכך נפשי).

Nafshi (נפשי), “mi alma” tiene una guematria de 440.

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נ = 50

פ = 80

ש = 300

י = 10

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440

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Antes, en Génesis XXV-27, se decía que Jacob era un hombre íntegro, Tam (תם), palabra que también vale 440.

ת = 300

ם = 10

———–

440

Todo indica que Jacob pudo ser bendecido precisamente porque era un hombre íntegro. Pero la guematria nos enseña algo más: después del 440 viene el 441. Este número es la guematria de Emet (אמת), “verdad”. Esto nos enseña que podemos buscar la verdad cómo y dónde queramos, pero sólo la encontraremos después de ser bendecidos y, sobre todo, siendo íntegros.

De ahí el versículo de Miqueas (VII-20) que dice:

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.תתן אמת ליעקב

«Le darás verdad a Jacob».

JULI PERADEJORDI

EL ÁRBOL EN MEDIO DEL JARDÍN

Llegamos a la conclusión la semana pasada (https://elzoharesplendor.wordpress.com/2024/03/08/dios-te-hara-sabio/) que si “haces lo que temes”, “Dios te hará sabio”. Enfrentarnos a nuestros miedos es, muchas veces, como romper un hechizo antiguo que nos impide ver las cosas tal como son.

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Louis Cattiaux decía que “la desgracia no persigue mucho tiempo al que le hace frente”. Los temores y el miedo tampoco pueden con nosotros cuando nos enfrentamos abiertamente a ellos. Quién sabe si la mujer de Lot se dio la vuelta y miró hacia atrás (Génesis XIX-26) precisamente para enfrentarse al peligro que la perseguía. Según el Pshat, hizo algo incorrecto y fue castigada. Pero si profundizamos y ascendemos a un nivel de comprensión más profundo veremos que darse la vuelta, hacer Teshuvah (תשובה) es una manera de enfrentarse al miedo y vencerlo.

Cuando leemos el texto de Génesis que nos enseña Vatehi Nitziv Melaj (ותהי, נציב מלח) “y se convirtió en estatua de sal”, en hebreo, simplemente calculando su guematria, 651, nos damos cuenta de que es la misma que la de haEtz beToj haGan (העץ בתוך הגן), el árbol en medio del jardín, del que también habla el libro del Génesis (II-9). Darse la vuelta, hacer Teshuvah (תשובה) es como volver a contemplar el Árbol de la Vida.

JULI PERADEJORDI

LOS SÍMBOLOS DEL TAROT TRADICIONAL

El Tarot tradicional es lo que los antiguos denominaban un Mutus Liber, es decir un libro mudo, un libro sin palabras. De ahí la importancia de conocer los símbolos que lo conforman.

Ignorante de a qué se refieren los motivos que el discreto autor del Tarot ha retomado de la Tradición y los maestros naiperos han copiado y perpetuado, el hombre actual considera a estos naipes como un mero soporte adivinatorio. Sin embargo, el Tarot vehicula un mensaje tradicional. Se trata de la misma enseñanza transmitida de edad en edad, inalterada en el fondo, aunque muchas veces adulterada por ignorancia de los copistas en la forma. Esta enseñanza, por su naturaleza misma, no puede ser expresada por medio de las palabras ya que no habla a la inteligencia discursiva sino directamente al alma.

DIOS TE HARÁ SABIO

Un fiel lector me ha pedido que profundizara en el post anterior, HAZ LO QUE TEMES (https://elzoharesplendor.wordpress.com/2024/03/01/haz-lo-que-temes/), para ello retomaremos la frase completa del original de Emerson.

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Nuestro autor dice: Do what you fear and the death of fear is certain, “Haz lo que temes y la muerte del miedo es segura”. Más adelante, otro gran genio, Mark Twain, retomaría la idea al decir “Do the thing you fear most and the death of fear is certain”, que traduciremos como “Haz lo que más temes y la muerte del miedo será segura”. Ya no es “lo que temes”, sino “lo que más temes”.

Vimos la semana pasada que el arquetipo de lo que “más tememos” era la serpiente. En hebreo, “serpiente” se dice Najash (נחש). Curiosamente este animal no es únicamente un símbolo del mal, sino también de la sabiduría.

Podemos aplicar un procedimiento cabalístico denominado Mispar haAjor que nos permitirá leer un mensaje oculto en esta palabra.

Sumamos su valor numérico, 358, al de sus letras que iremos retirando hasta quedar sólo con la Shin (ש) y obtenemos 966:

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נחש = 358

חש = 308

ש = 300

—————–

966

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Se trata de la guematria de Elohim Iaaseh Otaj Jajam (אלהים יעשה אותך חכם),

“Dios te hará sabio”.

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אלהים = 86

יעשה = 385

אותך = 427

חכם = 68

—————–

966

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De aquí aprendemos que si plantamos cara el miedo, si lo superamos, Dios nos hará sabios.

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JULI PERADEJORDI

HAZ LO QUE TEMES

Ralph Waldo Emerson, el genial filósofo norteamericano, nos ha dejado páginas llenas sabiduría en las que se esconden varios consejos que a primera vista pueden resultar sorprendentes. Uno de ellos es “haz lo que temes”. ¿Por qué este gran autor nos exhorta a comportarnos así? ¿Para vencer la timidez o el miedo? Sin duda es por algo más.

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En primer lugar, quizás habría que corregir la formulación de este curioso consejo y convertirlo en “haz lo que temes hacer”. En segundo lugar, averiguar por qué tenemos miedo de hacer algo. ¿Inseguridad? ¿Pereza? ¿Miedo al fracaso?

Es importante señalar que muchas veces atraemos lo que tememos. Nuestra alma atrae como un imán lo que lleva en su interior. También es importante decir que los temores suelen ser algo irracional, y que una vez verbalizados y racionalizados casi siempre se disuelven por sí mismos. Por eso funcionan la confesión o el psicoanálisis.

Existe una expresión popular que afirma que hay que “coger al toro por los cuernos”. Ello quiere decir que conviene mirar las cosas cara a cara, sin escondernos de los problemas, afrontándolos con valentía y determinación, no procrastinando.

Los psicólogos han descubierto que el arquetipo de todos los miedos es un animal que ya aparece en el libro del Génesis: la serpiente. Hagamos un ejercicio de imaginación. En la oscuridad y la lejanía algo se nos aparece como una serpiente. Como conocemos a las serpientes y sabemos que su picadura es mortal, nos asustamos: tememos el dolor y la muerte. Si ignoráramos qué es una serpiente o si viéramos que se trata simplemente de un bastón, probablemente no nos asustaríamos. Mirándola sin prejuicios y con ojos limpios he aquí que efectivamente se trataba de un bastón. Hemos hecho lo que debíamos hacer.

JULI PERADEJORDI

ESCUCHA Y NO ABANDONES

Algún que otro libro sabio comienza con una referencia al padre y a la madre, o incluso al Sol y a la Luna. Diríase que son como una especie de llaves que abren el libro, que dan entrada a los misterios. Esto nos lleva directamente al principio del libro de los Proverbios (I-8), donde podemos leer:

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שמע בני, מוסר אביך;

ואל-תטש, תורת אמך

“Escucha, hijo mío, la advertencia de tu padre,

Y no desprecies la Torah de tu madre”.

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En este conocido proverbio llama de entrada la atención una cosa: una clara diferenciación de funciones. Parecería que la misión del padre fuera advertir e incluso corregir, mientras que la de la madre sería la de enseñar la Torah, que, dicho sea de paso, no hay que despreciar ni abandonar. Podemos, pues, asociar directamente a la madre con la Torah y al padre con las Mitzvot.

Cuando leemos el proverbio según el sentido literal, que es como se suele hacer, podemos llegar a pensar que se trata de nuestros dos progenitores terrenales. Sin embargo, el Zohar (II-84 b y II-90 a) nos da la clave y nos enseña que “tu padre” es Ha Kaddosh Baruj Hu (הקדוש ברוך הוא), el Santo, bendito sea, y “tu madre” la Knesset Israel (כנסת ישראל), la Asamblea de Israel, que los cabalistas relacionan con la Binah y la Shekinah.

Musar (מוסר), que se suele traducir como “corrección”, “advertencia”, procede de la raíz Masar (מסר) que en realidad significa “entregar”, “transmitir”, como se entrega, por ejemplo, un Mensaje.

Por otra parte, la raíz de Titesh (תטש), Natash (נטש), significa literalmente “abandonar” pero también “descuidar”. No hemos de abandonar el Mensaje.

La letra Vav (ו) de “y no” viene de hecho a reunir los dos versículos emulando la unión de la Shekinah con el Santo, bendito sea.

Con esta idea en mente, podemos reinterpretar el Proverbio como “escucha el Mensaje del Santo, bendito sea” y no desprecies a la Shekinah, que es la luz de la bendición que te permitirá leerlo al descubierto.

Uniendo a “escucha”, Shemá (שמע) con veLo Titesh (ואל-תטש), “no abandones” y sumando las guematrías de ambas palabras, obtenemos 1156. Y cuando calculamos la guematria de Abrajah Atah beKol Et (אברכה אתה בכל עת), “te bendeciré en todo momento” descubrimos que también es 1156.

Cuando sumamos la guematria de Ha Kaddosh Baruj Hu (הקדוש ברוך הוא), el Santo, bendito sea, con la de Knesset Israel (כנסת ישראל), la Asamblea de Israel, obtenemos 1726.

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הקדוש ברוך הוא = 655

כנסת ישראל = 1071

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1726

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Los sabios nos enseñan que se trata de la guematria de Lekabbakat haTorah veMitzvot (לקבלת התורה ומצוות), “para recibir la Torah y las mitzvot”.

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JULI PERADEJORDI

LA LUZ DEL ROSTRO DEL REY

El origen o la fuente de la vida es realmente algo muy misterioso. Algunos sabios lo describen como cierta luz que envolvía al hombre y que éste perdió a raíz de la caída. Por esta razón dejó de ser inmortal. Veamos qué nos enseñan el libro de los Proverbios y la guematria.

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Podemos leer en Proverbios (XVI-15):

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באור-פני-מלך חיים

“En la luz del rostro el rey se halla vida”.

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La guematria de esta expresión es 507. Sin ser conscientes de ello, los hombres nos alimentamos de esa luz. Quizá por ello la guematria de haBasar (הבשר), “la carne” sea también 507. Todo ello lo podemos relacionar con Or Makif (אור מקיף), “luz circundante” que es, para los cabalistas, una luz trascendente. Según Isaac Luria, Or Makif era “una presencia divina que nos inunda pero que aún no podemos integrar en nuestros corazones y mentes”. Es, por decirlo de algún modo, la luz antigua que perdimos y que no estamos capacitados para recibir si no es por una gracia divina. Probablemente cada noche, mientras dormimos, nuestra alma comunica con el Santo, bendito sea y tiene un atisbo de esta luz, que nos restaura y mantiene vivos (véase Zohar I-183a).

Si calculamos la guematria de Or Pnei Melej (אור-פני-מלך) “luz del rostro del rey”, nos encontramos que es 437. Los sabios nos enseñan que se trata de la misma que la de Or Makif (אור מקיף), “luz circundante”.

JULI PERADEJORDI

A QUIEN MADRUGA, DIOS LE AYUDA

Harto conocido es este refrán que canta las bondades y hace las alabanzas del madrugar. En pocas palabras encierra muchas enseñanzas, y vamos a intentar arrojar luz sobre algunas de ellas. Madrugar no es sólo levantarse pronto por la mañana, madrugar es esencialmente despertar, despertar antes de que sea demasiado tarde. Al que lo hace, Dios le ayuda en el momento difícil.

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Alguien se puede preguntar por qué Dios “ayuda” al madrugador y, en cambio, parece no hacerlo con el trasnochador. Quizá debamos acotar a quién se refiere el refrán con “al que madruga”.

Lo primero que hay que señalar es que, en el contexto de la Torah, “el que madruga” se refiere a Abraham que, como nos enseña el Zohar (I-129a), representa al alma. La “ayuda”, palabra que en castellano nos ofrece el regalo de albergar en su interior a la idea de Yud, es la bendición. De este modo, “al que madruga, Dios le da la bendición”.

Como podemos leer en Génesis (XXII-3):

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Vaishkem Abraham vaBoker.

וישכם אברהם בבקר

“Y Abraham madrugó muy de mañana”.

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Es notorio que en interior de la palabra Abraham (אברהם) se encuentran 3 de las cuatro letras de Berajah (ברכה), “bendición”. Y es de destacar que Dios le dijo a Abraham (Génesis XII-2):

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והיה, ברכה

“Y serás bendición”.

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La guematria de esta frase es 253.

Si tomamos la guematria de Abraham, 248 y le añadimos 5, el valor de la letra He (ה) que representa a la bendición, obtenemos 253.

En Génesis (XI-2) también podemos leer:

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ואעשך, לגוי גדול

“Y serás una gran nación”.

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La guematria Sderti de LeGoi Gaddol (לְגוֹי גָּדוֹל), “gran nación”, es 56. Cuando restamos la guematria de Abraham, 248 de la de baBooker (ברכה), “de mañana”, 304, también obtenemos 56.

Vimos que Abraham representa al alma. Se trata del alma que despierta en este mundo para poder entrar con consciencia en el momento de la muerte, momento en el que la ayuda divina es imprescindible.

Aunque nos despertemos temprano por la mañana, “madruguemos”, porque Dios ayuda a los despiertos.

JULI PERADEJORDI

POST TENEBRAS LUX

El Zohar (I-22b) nos enseña que la oscuridad “es una vestimenta para la luz, tal como el cuerpo es una vestimenta para el alma”. De alguna manera, la oscuridad puede ser luz en potencia, así como un filtro que nos protege de ser cegados por esta misma luz.

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En el simbolismo tradicional, las tinieblas o la oscuridad representan a la mentira mientras que la luz representa a la verdad. El aforismo latino que encabeza estas reflexiones nos vendría, pues, a decir que más allá de la mentira, después de ella, se hallaría la luz. Esta idea también la podemos inferir del nombre hebreo de tinieblas, Emesh (אמש).

La última letra de Emesh (אמש) es una letra Shin (ש). Si en vez de esta Shin (ש) ponemos la letra siguiente, la Tav (ת), obtendremos Emet (אמת), que significa “verdad”. Por otra parte, la diferencia entre la guematria de Emet (אמת), 441, y la de Emesh (אמש), 341, es 100.

Según el tratado talmúdico de Jaguigá, no basta con estudiar 100 veces un texto, hay que hacerlo 101, o más. ¿Por qué más de 100? El número 100 es como el límite de un paradigma; el 101 ya es un cambio de paradigma.

Un cabalista de origen sefardí, Jacob Abujatzira, nos enseña que:

“El ángel del olvido se llama Sam (סם) y la guematria de esta palabra es 100, por consiguiente, aquel que revisa su lección cien veces aún puede ser vencido por este ángel. Sin embargo, cuando la ha revisado 101 veces, entra en el reino de la santidad, ya que el valor numérico del ángel Mijael es 101”.

¿Qué podemos aprender de esto? Que está muy bien ir de la mentira a la verdad, pero es preciso ir más allá de ésta. ¿Y qué tenemos después del 101? El 102, que es la guematria de Emunah (אמונה), “fe”, “certeza”.

Por encima de la mentira e incluso de la verdad, está la fe. Pertenece a otro paradigma. Salimos de la dualidad de las tinieblas para penetrar en la unidad de la luz.

JULI PERADEJORDI

LA EXPERIENCIA DEL ASOMBRO

Últimamente se ha puesto de moda el tema del asombro y en diversos países proliferan los cursos de mindfulness y asombro (AWE). Es sin duda una buena noticia, pero el asombro no es nada nuevo. Veamos cómo la Torah ya nos habla de ello.

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Para el filósofo griego Platón, “el asombro antecede al deseo de conocimiento y también lo posibilita”. A pesar de su innegable profundidad, esta idea parece una versión descafeinada de una de las grandes enseñanzas de la Torah, que encontramos en Salmos (CXI-10):

Reshit Jojmah, irat haShem.

ראשית חכמה, יראת יהוה

“El principio de la sabiduría es el temor del Eterno”.

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También en Salmos (XXXIII-8) podemos leer:

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ייראו מיהוה, כל-הארץ; ממנו יגורו, כל-ישבי תבל

“Que tema al Eterno toda la Tierra, que todos los habitantes del mundo estén asombrados ante él”.

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La palabra “asombro” deriva del latín umbra, que significa “sombra”. El asombro sería como una luz que produce sombra, el contacto con la sombra.

El alma humana busca la experiencia del asombro y de alguna manera se alimenta de ella. La busca en la belleza, en la poesía, en la buena música, en el suspense de una película policíaca, en el desenlace imprevisto de una buena novela o de una ópera, en unas vacaciones, en las sorpresas, en los regalos y, por qué no, en algunas guematrias que parecen conectar aquello que a simple vista nos parecía inconexo o sacan a la luz lo que estaba oculto en la sombra.

Asombro, en hebreo, es Tadhemah (תדהמה), de la raíz Daham (דהם), “asombrase”, “aturdirse”. Sin embargo, en el salmo leemos Iaguru (יגורו), “estén asombrados”, de la raíz de la raíz Gar (גר), “temer”, “temblar”, pero también “vivir”. Pero otra palabra que significa “asombro” es Pliah (פליאה), donde nos encontramos con Pele (פלא), “milagro”, “maravilla” y con Iod He (יה), una manera de decir “Dios”.

Esto nos descubre una enseñanza asombrosa: en el centro del asombro, que es equiparable al milagro, se encuentra la divinidad, la experiencia de la divinidad. Por eso, inconscientemente, buscamos el asombro.

JULI PERADEJORDI

PRESOS Y ENAJENADOS

En la línea del post de la semana pasada (https://elzoharesplendor.wordpress.com/2024/01/12/por-que-no-nos-enteramos/), recordaremos que la primera prohibición de la Torah se da cuando Dios prohíbe a nuestros primeros padres que coman del árbol del conocimiento. Haciendo caso omiso a esta prohibición, pierden la libertad de la que gozaban en el paraíso para entrar en una prisión tan real como difícil de definir. Veamos cuál puede ser.

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En la segunda parte del Quijote, Sancho declara ser uno de los “presonajes” de la novela. El bachiller Carrasco, recién salido de la universidad, lo corregirá y le dirá “Personajes que no presonajes, Sancho amigo”. El bachiller está, siguiendo la lúcida definición de Lanza del Vasto en su Prefacio al Mensaje Reencontrado, «a medio camino entre el charlatán y el imbécil».

Pero lo cierto es que Sancho no se equivoca y, entre líneas, nos está descubriendo una gran verdad.

Como Sancho, imagen del hombre carnal, todos nosotros hijos de Adán también estamos presos, presos de nuestro personaje. ¿Quién es nuestro personaje? Lo que comúnmente se llama “el ego”. Él es nuestra cárcel. Una cárcel sin barrotes: no los necesita.

La palabra hebrea para decir “ego”, Anajiut (אנכיות), vendría a ser algo como “yoedad”. Su guematria es 487 y coincide sorprendentemente con la de dos conceptos muy interesantes: Ojel Nefesh (אוכל נפש), que se “come el alma”, y Haavdut (העבדות), “esclavitud”.

Así, como nos descubre Sancho, todos somos “presonajes”, o sea presos y enajenados, por un ego que no únicamente nos tiene esclavizados, también devora nuestras almas.

JULI PERADEJORDI

¿POR QUÉ NO NOS ENTERAMOS?

Desde el fatídico episodio de la caída, Adán, y detrás suyo la humanidad, nuestros primeros padres tuvieron que exiliarse. Desde entonces Adán, el hombre, no se entera. ¿Qué queremos decir con ello? Una deliciosa etimología y varios versículos del libro del Génesis nos lo descubrirán.

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En hebreo para expresar la idea de enterarse se utiliza el término Iaddat (ידעת). “Conciencia” es Iadaut (ידעות). La raíz de estas palabras es Daat (דעת), como en Etz haDaat (עץ הדעת), “árbol del conocimiento”. Fue precisamente la absorción del fruto de este árbol lo que provocó la caída de Adán.

En el libro del Génesis (III-7), cuando dice “supieron (vaiedu) que estaban desnudos”, es decir, se enteraron de que estaban desnudos, se utiliza esta misma raíz. Vemos el texto: 

וידעו, כי עירמם הם

Por otra parte, “entero” en castellano, procede del latín integrum. Lo que no está entero está roto, está desintegrado. Sin embargo, profundizando más en esta etimología, nos llevamos la sorpresa de que “entero” sería como “intacto”, o sea que no ha sido tocado: el tacto no ha intervenido.

Antiguamente, el verbo “enterar” significaba “completar, dar integridad a alguna cosa”.

Los cabalistas nos explican que Dios también le prohíbe al hombre que toque el árbol del conocimiento, como vemos en Génesis (III-3):

לא תאכלו ממנו, ולא תגעו בו

“No comerás de él y no lo tocarás”.

.A raíz de su exilio, el hombre ha dejado de estar entero. Ha caído de la unidad a la multiplicidad. Se ha desintegrado. Ha perdido la visión global del mundo y de las cosas, y vive en la separatividad. Se ha desconectado de la unidad y deambula por la multiplicidad. Por ello, dos veces al día se impone la recitación del Shemá proclamando Adonai Ejad (יהוה אחד).

Leemos en el libro del Deuteronomio (VI-4):

שמע, ישראל: יהוה אלהינו, יהוה אחד

“Escucha Israel, IHWH nuestro Dios, IHWH es Uno”.

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Si nos fijamos bien, veremos que las dos letras de la raíz de Daat (דעת), la Dalet (ד) y la Ayin (ע), aparecen más grandes en el Shemá, pero en el orden inverso. Al recitar “Shemá Israel”, parece que estamos invirtiendo el hechizo y diciéndole a nuestra alma: “entérate Israel”.

No nos enteramos porque no estamos enteros, porque estamos fragmentados, porque no hemos hecho la unidad en nosotros.

La pregunta con la que iniciamos estas reflexiones es, como el árbol del que comió Adán, doble.

¿Por qué no nos enteramos?, o sea, cuál es la razón de que no lo hagamos: la caída.

¿Por qué no nos enteramos?, o sea, ¿por qué no hacemos el esfuerzo para enterarnos, para volver a estar enteros?

Esto es exactamente lo que proponemos, y la respuesta la tenemos cada uno de nosotros.

JULI PERADEJORDI

LOS DIEZ PRINCIPIOS DE LA VIDA ESPIRITUAL Y LAS SEFIROT

Hay diez principios en la vida espiritual que no aparecen especificados en la Torah. Muy poca gente ha oído hablar de ellos. Sin embargo, los sabios, los niños y los ladrones los conocen bien. Estos principios son diez y se pueden relacionar con las diez sefirot.

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Un día, un joven Rabbí fue a visitar a su maestro, para preguntarle acerca de diez principios de la vida espiritual de los que había oído hablar. Deseaba que lo instruyera acerca de estos.

Para su sorpresa, el maestro le dijo que no podía, pero que quizá sí podía indicarle de quién aprenderlos.

Los tres primeros principios los podría aprender de un niño. Los siete siguientes de un ladrón.

Los tres primeros son:

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  1. Estar alegre sin motivo alguno.
  2. No perder el tiempo trabajando.
  3. Pedir lo que quieres con insistencia.

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Y de un ladrón pueden aprenderse siete cosas:

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  • A amar a tus colaboradores y serles fiel.
  • A arriesgar la vida por alcanzar tu objetivo.
  • A hacer tu trabajo en el secreto de la noche.
  • Si no acabas una tarea una noche, reanudarla a la noche siguiente;
  • A estar preparado a cambiar cuanto tienes por la mínima ganancia;
  • A estar dispuesto a soportar penalidades físicas
  • A entregarte a tu trabajo sin pensar en hacer ninguna otra cosa.

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Si reflexionamos veremos que los diez preceptos del cuento nos enseñan cómo ha de ser un buscador de la Torah:

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  1. Ha de estar siempre alegre, algo que se logra conectando con la sefirah de Keter.
  2. No ha de perder el tiempo con las labores de este mundo, de las que se liberará con Jojmah.
  3. Con Binah ha de pedir a Dios su ayuda, con insistencia y discernimiento.
  4. Utilizará Hessed para amar a sus compañeros de estudios y serles fiel.
  5. Ha se ser suficientemente valiente (Guibor) como para dar su vida por la Torah.
  6.   Ha de realizar su estudio amparado por la belleza (Tiferet) de la noche pues la guematria de Leil es la misma que la de Sod: el secreto se encuentra en la noche.
  7. Amparándose en Netzaj perseverará una y otra noche hasta alcanzar la victoria.
  8. Tendrá la flexibilidad de cambiar el enfoque de su estudio cuando éste no le alegra el corazón hasta lograr su esplendor, Hod.
  9. Apoyado en su fundamento (Iesod) resistirá espartanamente a todo tipo de penalidades.
  10. Si quiere triunfar como un rey ha de entregarse a la Reina Torah en cuerpo y alma.

JULI PERADEJORDI